¡Buenas noches familia!
Antes de irnos a la cama, entre calor, mosquitos y mucho entusiasmo, toca comunicaros nuestras aventura de hoy.
Nos levantamos pronto, muy pronto, para ir a celebrar la eucaristía a la Parroquia del Santo Cura de Ars, que está justamente al lado de la casa de la comunidad. Al final de la misa, nos presentaron como los misioneros españoles que iban a colaborar en el colegio y nos recibieron con un cálido aplauso.
Después de eso, y para aprovechar la mañana, dimos una vuelta por el pueblo de al lado, San Pedro de Macorís, que es más grande que nuestro Consuelo. Ahí visitamos varios supermercados y encontramos productos españoles, desde diferentes leches gallegas y asturianas, Chaskis de todos los sabores e incluso pipas Facundo. De ahí, cogimos otra guagua de vuelta a casa para poder comer y descansar un poco. Todo ello, guiados por un perfecto anfitrión, el Tío Julio, una de los pilare de ste proyecto, al que veréis en muchas fotos y ya os hablaremos más adelante de su labor.
Por la tarde, tras haber organizado un poco el calendario de los talleres, lo que parece más complicado de lo que en realidad es, nos pusimos a organizar todo el material. Es increíble lo solidaria que ha sido la gente, porque tras haber colocado y ordenado todo el cargamento, puedo decir con firmeza que, a mucha gente le importa esta pequeña misión.
Además, esta misma tarde, conocimos a dos de nuestros pequeños vecinos, Cristian y Lorenzo. Por lo que nos contaron, eran dos hermanos que, si no les entendimos mal, van a acudir al cole ahora en verano, es decir, que puede que les demos clase. Viendo su ropa, su piel y sus ojos, me puse a comparar las diferencias de nuestras infancias. Lo que suelen decir siempre, “unos tanto y otros tan poco”.
¡Ah! Por cierto, las vistas desde la azotea de la casa son impresionantes, vale la pena el viaje solo por ello.
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