Comenzamos
un nuevo día en nuestra misión de Bacolod, unas más temprano que otras, ya que
los gallos siguen siendo excesivamente madrugadores por estas latitudes. Hoy,
por primera vez, amanecemos con sol, y nuevamente, participamos en la eucaristía
del seminario.
Seguimos
con nuestra inculturación gastronómica, probando el tocino filipino en el
desayuno, y tratando de coger fuerzas para compensar el cansancio por el sueño
que a unas les llega demasiado tarde y a otras se les corta demasiado pronto.
Hoy
hemos comenzado todas con nuestras clases de español. Durante 15 minutos, vamos
rotando por las clases que nos han asignado para enseñarles contenidos básicos
de español y, también, algo de nuestra cultura y alguna que otra canción.
¡Es
impresionante lo cariñosos y educados que son estos niños! Y también muy
generosos. Algunos de ellos traen snacks para vender durante el recreo y así
poder comprar el ticket del comedor, pero a nosotras no paran de regalarnos todo
tipo de dulces. Y no sólo dulces; aquí también les encanta hacer dibujos y
cartas para decirles a sus profes cuánto les quieren.
Llega
el momento de la comida… ¡y hacemos un hermanamiento!¡Olé el arroz filipino y pollo
al curry con embutido! Y hoy, en vez de siesta, hay mudanza. Ruth y María se
cambian a una habitación a prueba de gallos. Esperemos que así sea, por el bien
de las dos… y de los gallos.
Por
la tarde, al terminar nuestras clases, nos vamos con May Ann para intentar
conseguir lo que se convertirá en misión imposible: ¡comprar un parchís en
Filipinas! Nos montamos por primera vez en un jeepney, que es el medio de
transporte más común aquí.
De camino, podemos ir comprobando los contrastes que
existen, a la vez que May Ann nos va mostrando algunos de los lugares más
populares de la ciudad: la plaza, la catedral y el colegio en el que ella
estudió.
Así llegamos al Central Market, sin duda el centro comercial más
grande que hemos visto en nuestra vida. ¡Qué barbaridad!¡Aquello era un
laberinto!
Tratamos de encontrar el mundialmente famoso –menos en Filipinas-
juego de parchís hasta en cuatro tiendas y lo máximo que conseguimos es comprar
un dado. Para contrarrestar la decepción, Ana Rosa nos invita a probar
halo-halo, un postre típico de Filipinas que lleva… ¡de todo! Sobre una base de
hielo picado y leche evaporada, te puedes encontrar helado, pedazos de flan, de
gelatina, de coco, de muesli, de otras cosas que éramos incapaces de
identificar… y de habichuelas. Pues creed que, semejante mezcla, está
deliciosa. Y si no lo creéis, venid aquí a probarlo. Eso sí, mejor os traéis un
parchís en la maleta…
Os mandamos el parchís! Danos la dirección! Será por parchises!!!!!
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