Hoy hemos comenzado con el horario que vamos a seguir durante nuestra estancia en Consuelo, hemos visitado los colegios donde desarrollaremos nuestra labor, y hemos conocido a algunos de los niños con los que pasaremos nuestro tiempo.
A primera hora, con 32 grados y un día muy soleado nos dirigimos al Centro Educativo Antonio Paredes Mena, en donde conocemos sus instalaciones: aulas, zonas de dirección y gestión, biblioteca… También conocemos a las personas que trabajan en esta “escuelita” durante todo el año: Chabelita, la directora; Carmen, la encargada de la biblioteca; Rafaela, la secretaría y, al Tío Julio, el orientador y psicológo del centro.
Aprovechamos la visita para distribuirnos las aulas ir organizarlas para que esté todo preparado para mañana. ¡Qué ganas!
El resto de la mañana la hemos aprovechado preparando las clases de los próximos días y organizando el material escolar y los medicamentos. Una vez finalizado, en la comida, hemos probado por primera vez “la bandera”, plato típico de esta tierra que nos acoje. La bandera está formada por habichuelas rojas, guiso de carne de res y arroz blanco. Y como delicatessen para nuestro paladar, hemos probado el plátano maduro frito. ¡Qué rico estaba todo! Todo el mérito de nuestra cocinera Margarita.
Por la tarde, ha llegado el momento más emotivo desde que estamos aquí, el tiempo que hemos pasado en el Batey La Plaza, en el Centro Educativo Abraham Rosario. ¿Qué es el Batey? Pues son los poblados de haitianos que se dedican a la recolección de la caña de azúcar. El Batey como tal, tan solo era la escuela y un punto de encuentro, ya que alrededor no se ven viviendas ni edificaciones.
Cuando hemos abierto la primera aula del colegio (un barracón con 6 aulas y un despacho de dirección) nos hemos encontrado con un abanico (como aquí se conoce a los ventiladores) ardiendo. Hemos tenido mucha suerte porque no ha pasado a mayores, pero si no hubiéramos llegado a visitar las instalaciones, nadie se hubiera dado cuenta hasta que las llamas fueran visibles desde el exterior y, posiblemente debido a los medios de los que disponen, demasiado tarde.
Una vez sobrepuestos de este percance, sin darnos apenas cuenta, nos hemos visto rodeados de niños ¡qué no sabemos de dónde han salido! Lo primero que te llama la atención es la pobreza en la que viven, ya que muchos de ellos van casi sin vestir y, la mayoría de ellos, descalzos.
Una vez que pasas por alto este detalle superficial, y te fijas en su rostro, dominado por una sonrisa de oreja a oreja en la que destaca el blanco marfil de sus dientes, y una mirada cargada de felicidad, afecto y agradecimiento, te olvidas de todo lo demás, sólo quieres estar con ellos y tratar de devolver un poquito de todo el cariño que nos están dando. ¡Y eso que aún no hemos empezado las clases y no los conocemos!
Ha sido un momento muy especial, que cuando ha llegado a su fin, nadie quería que terminara. Pero todos los niños nos han despedido contentos y felices por sus profes que han venido a enseñarles, y con muchas ganas de volver al día siguiente y diciéndonos que avisarán a todos sus compañeros para que mañana no faltara ninguno al primer día de clase. Y por si todo ello no fuera suficiente, ¡También hemos conocido las lluvias tropicales!
Después de este subidón de moral y cargados de entusiasmo, durante el resto de la tarde hemos estado preparando actividades y las clases de los próximos días.
Un día muy completo, cargado de contrastes y emociones, donde hemos conocido un poquito de la realidad que nos va a acompañar durante nuestro voluntariado. Mañana empieza de verdad nuestra labor. ¡A descansar!















