lunes, 16 de julio de 2018

BAILANDO BAJO LA LLUVIA

Casi sin darnos cuenta ya hemos pasado más de una semana en esta maravillosa isla. Después de un fin de semana lleno de risas y relax, volvemos a retomar las clases. Antes de nada, a poner nuestro día en manos del Señor, y como cada día, nuestro amable vecino nos acerca a casa en coche.
¡Mirad que caras de dormidas!



Como el gimnasio está en obras, todo el colegio canta el himno del país y del colegio con emoción dentro de las aulas. Nos encanta enseñarles español y ver cómo disfrutan aprendiendo. También aprovechamos para aprender algunas palabras en Tagalo, Filipino o Hiligaino, depende de la clase que tengan los niños en ese momento. Es curioso que tenemos muchas palabras en común, como por ejemplo los días de la semana, los meses, los números, algunas partes de la casa (ventana, puerta, mesa...) que forman parte de su idioma desde que los españoles pasamos por aquí.





Todos los rincones de las clases animan a los niños a seguir adelante, a quererse y a no perder su motivación. Sí que nos ha llamado la atención la ausencia de murales y colores por los pasillos.





Para esta semana tenemos varios objetivos: el primero, es enseñar a nuestros alumnos la canción que hemos escogido para nuestro lipdub, ¡cuál sería nuestra sorpresa cuando al llegar a las clases todos los alumnos ya sabían cantarla y bailarla! ¡Estos niños van un paso por delante! 
Seguro que algunos os preguntáis cómo son aquí los alumnos de la escuela... Pues bien, me voy a permitir el lujo de dar mi opinión después de haber estado ya una semana con ellos en el aula: los alumnos filipinos son muy educados, respetuosos y buenos compañeros. Cuando llega el profe a clase, todos se ponen de pie y dicen: "Good morning Mr. ___________, we love you..." Si sois docentes sabéis de lo que hablo: ¿no ganaríamos mucho en nuestros aulas si cada mañana al entrar en clase les dijésemos a nuestros alumnos cuánto los queremos? El clima que se crea en la clase antes de empezar es genial. 





Sonríen y disfrutan aprendiendo, comparten sus materiales, y, ¡fijaos! si están malitos, vienen con una mascarilla a clase para no contagiar a sus compañeros. Después de cada descanso, se levantan y limpian la clase. 




Hacen las filas muy tranquilos, no se empujan ni se levantan la voz. En la escuela realizan actividades muy variadas, deseando que los niños participen en todas ellas para desarrollar todo su potencial (cocina, naturaleza, día del talento, de los deportes...)



Cuando nos ven por los pasillos, ya ponen en práctica todas las palabras y expresiones que les hemos enseñado e incluso muchos te dicen: “Ven en nuestro recreo a enseñarnos más”... 
No dejan de ser niños, así que les encanta bailar, cantar y jugar, preparan regalos para sus profes y hablan y se ríen mucho entre ellos cuando les dejas tiempo libre, pero teniendo en todo momento presente a su profesor como modelo y referente.



Al terminar las clases, nos hemos ido a descansar confiando en que a las 15:30 habría parado de llover para salir a dar un paseo por el barangay, pero, no paró la lluvia. Y, señores, ¿creéis que nos íbamos a conformar con quedarnos en casa toda la tarde? Pues ¡como que no! Lo mejor que se nos ocurrió es ponernos nuestros chubasqueros y... ¡a experimentar la lluvia filipina en carne propia! ¡Que no nos lo cuenten! Y así fue; os dejamos unas fotos para que podáis ver los ríos que se formaron en nuestro barrio. Y si las calles de asfalto estaban así y la lluvia resuena muchísimo en nuestra casa, que está construida con materiales resistentes, os podéis imaginar cómo estaban algunas de las calles del barangay y lo que debe de ser vivir en estas “casas” con las cantidades tan torrenciales de agua que caen aquí casi todos los días. 













Para terminar el día, después de darle un buen saque a la morcilla de Burgos, hemos visto la película "Kirikú y la bruja " y nos ha encantado. Un día más cargado de buenos momentos compartidos, ¡hasta mañana!




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