sábado, 21 de julio de 2018

UN DÍA DIFERENTE



Todos los días desde que llegamos han sido especiales. Hoy, más que especial, podríamos decir distinto, ya que hemos tenido un día de convivencia y descanso. Necesario después de una semana intensa de trabajo con los niños de Consuelo y el Batey.


Hemos amanecido en la casa de las hermanas concepcionistas de Haití. Lo primero que hacemos es asistir a la celebración de una Eucaristía con la gente del barrio. Ha sido oficiada por un sacerdote haitíano, en donde ha habido una parte de la celebración en francés y otra parte en creol, que es la lengua nativa de Haití. Hemos cantado en francés, en castellano e incluso el Kyrie Eleison en latín. Además, la capilla de San Vicente de Paúl, no se parece en nada a cualquier otro templo religioso que hayamos visitado: se encuentra en una parcela rodeada de vegetación y animales, y simplemente consta de un altar, unos bancos de cemento, y una pequeña hornacina donde suele ubicarse el retablo.





Tras un desayuno rico y abundante partimos con la furgoneta y la pickup con los voluntarios americanos que han estado aquí realizando su voluntariado durante estos días, voluntarios que han llegado desde California con la madre Mónica y este fin de semana finalizan su misión con los niños.



A partir de aquí, el día va a ser un tanto diferente, puesto que nos vamos a dedicar a visitar algunas poblaciones de Haití para conocer su realidad.


Durante el recorrido, podemos apreciar la enorme pobreza del país. Lo primero que llama la atención es que muchas de las carreteras, incluso principales, se encuentran en un estado lamentable, ya que el asfalto ha dejado hueco al polvo, las piedras y los socavones.




Lo siguiente que capta nuestra atención es la cantidad de edificaciones a lo largo del camino que se encuentran a medio construir y abandonadas. Madre Ingrid y Madre Mónica nos cuentan que es muy habitual que la gente empiece a construir y cuando se acaba el dinero, lo abandonan, con la esperanza de poder concluir algún día.




Al pasar por las diferentes poblaciones, todas ellas son distintas, algunas muy sencillas y en calma, mientras que otras son bulliciosas o había una multitud en las calles y muchísimo ajetreo, en parte, por ser día de mercado.




En estas poblaciones, el tráfico es caótico, no hay normas, o mejor dicho, la única norma es la de intentar no atropellar a nadie ni tener ninguna colisión. Nosotros contamos con la suerte de tener a Madre Dayanna al volante.


Otra cosa que nos llama mucho la atención es lo sucias que están todas las poblaciones por las que pasamos. Al no existir el alcantarillado, las calles se encuentran llenas de plásticos, latas y, en general, basura. Nos cuentan nuestras anfitrionas que la población aún no tiene conciencia de cuidar el entorno, su mayor prioridad es subsistir un día más.




El nexo de unión de todas estas urbes podríamos decir que es la pobreza extrema que se aprecia en ellas y la humildad de sus gentes. En ocasiones, la visión es devastadora, pero es la realidad que les toca vivir a miles de personas diariamente y, aunque nos gustaría ayudarles, nada podemos hacer, ya que el gran problema reside en la mala gestión de los gobiernos que ha tenido el país. Confiamos que, entre todos, consigamos, poco a poco, ir cambiando esta realidad, ya que el pueblo haitiano es muy duro, fuerte y luchador, pero necesita ayuda. Aclarar que esta zona del país que hemos conocido, no fue la más afectada por el terremoto de enero de 2010.






En contraste con todo lo anterior, Haití tiene una belleza natural increíble, ya que hemos podido disfrutar de algunas vistas de postal, por su orografía y por algunos paisajes espectaculares donde el mar bañaba unas extensas playas con una vegetación totalmente exuberante.




Para que el día fuera completo y totalmente diferente, hemos aprovechado algunos de estos bellos parajes naturales para disfrutar de unas horas de convivencia con nuestros compañeros americanos, compartir experiencias y, por qué no decirlo, descansar y coger fuerzas para la próxima dura semana que nos espera.



Finalmente, retomamos el camino de vuelta a casa y finalizamos el día realizando una “cena de campamento” todos juntos en la casa de la Comunidad.

Ahora a descansar, para mañana volver de nuevo a Santo Domingo. Ha sido un día muy especial, gratificante y muy bonito.