Comenzamos el dia en la Comunidad Concepcionista de Herrera, Santo Domingo. Hemos amanecido muy temprano, ya que a las 5.30 teníamos que partir a Haití. Nos esperan al menos 6 horas de viaje hasta llegar a nuestro destino.
Ponemos rumbo en la guagua de la comunidad con la Madre Dayanna al volante. Tratamos de aprovechar las primeras horas de viaje para intentar recuperar algunas horas de sueño. Sin embargo, poco a poco el increíble paisaje nos va sobrecogiendo mientras vamos cruzando República Dominicana, y las ganas de dormir van desapareciendo al no querer perder ningún detalle.
Al ir aproximándonos a la frontera, todo comienza a ir cambiando: el paisaje, la gente, las casas, los comercios, etc. Con lo que empezamos a hacernos una idea de lo que nos vamos a encontrar al entrar en Haití, una realidad completamente diferente y mucho más dura de lo que hemos vivido hasta este momento.
Para ayudarnos a cruzar la frontera, nos está esperando Madre Ingrid, quien pertenece a la Comunidad Concepcionista de Haití, para agilizar el papeleo y llevarnos hasta lo que va a ser nuestra nueva casa durante este fin de semana.
Finalmente, después de casi 7 horas de viaje y papeleos, hemos llegado a nuestro destino. En la Comunidad ya nos estaban esperando los voluntarios de Estados Unidos, los cuales se han despedido de sus alumnos, ya que hoy termina su gran misión en esta escuela. Vamos a compartir con ellos este fin de semana.
Una vez asentados, comidos y colocadas nuestras mosquiteras, para dormir protegidos de los mosquitos, hemos salido a dar un paseo para poder conocer de cerca a algunas familias del barrio, donde hemos visto la dura realidad de la forma de vida de estas familias. Sin embargo, hay que destacar que entre tanta pobreza, no falta en ningún momento una sonrisa en la cara de estos niños, los cuales a medida que íbamos avanzando en nuestro paseo se iban acercando y cogiendo nuestras manos para no soltarlas hasta que finalizará el recorrido. A pesar del idioma, la comunicación con ellos no ha sido problema, ya que las miradas, los gestos y sobretodo las sonrisas, son idioma universal.
Para finalizar el día, hemos celebrado la eucaristía oficiada por el Padre Javier de la congregación de los Somascos, junto con los voluntarios de Estados Unidos, las madres Ingrid, Dayanna y Mónica, y los seminaristas. En ella hemos aprovechado para pedir por estas familias que tanto necesitan y la Comunidad cristiana de Nicaragua.