lunes, 6 de agosto de 2018

SONRISAS Y MIRADAS QUE TRANSFORMAN

Consuelo, 6 de Agosto de 2018, es el último día completo que vamos a pasar aquí. Amanece un día plomizo, como augurio del día que tenemos por delante.


La semana pasada acabaron las clases, tanto en la escuela como en el Batey, por lo que hoy no tenemos la rutina de todos los lunes de proyecto, hoy no vamos a reencontrarnos con las sonrisas de nuestros estudiantes.

Nos levantamos y realizamos la oración de la mañana, en donde leemos la lectura del Evangelio de la Transfiguración. En cierto modo, nosotros, en mayor o menor medida, nos hemos transformado, nuestro corazón, nuestra forma de pensar, nuestra forma de ver el mundo…


Durante la mañana hemos comenzado a recoger nuestras habitaciones y la casa de la Comunidad, intentando retrasar el temido momento de tener que empezar a preparar las maletas. Entre tanto, hemos ido por última vez al Zaglul, a recoger un pedido de algunas viandas típicas que volverán con nosotros a España, para hacernos el retorno más llevadero. Como no podía ser de otra forma, Sujey nos estaba esperando y nos ha recibido, una vez más, con los brazos abiertos y a nuestra disposición para todo lo que necesitaramos.

En la comida, hemos aprovechado para entregarles un obsequio a nuestras anfitrionas durante este mes, las Madres Ángeles y Dolores. Gracias a ellas la comunidad no solo ha sido nuestro lugar donde descansar, asearse y comer, sino que ha sido nuestro hogar, y así lo hemos sentido, se han convertido en nuestras madres.
Después de comer y tras un breve periodo de descanso, hemos proseguido con nuestra tarea de preparar maletas. Mientras tanto, hemos recibido 2 visitas de personas muy especiales que han venido a cerrar algún detalle y a despedirse.

La primera de ellas ha sido Sujey, que nos ha traído en persona parte de la compra. Y no solo eso, sino que también nos ha traído un detalle personalizado a cada uno de nosotros.
Ha sido totalmente inesperado para nosotros. Tras unos momentos de agradecimientos, abrazos y risas nerviosas, nos hemos despedido de ella. Sujey, la responsable del Zaglul de Consuelo, siempre atenta y dispuesta para todo lo que hemos necesitado. Y no solo personalmente, sino también al proyecto. Recordar su visita al Batey donde llevó una merienda especial para todos los chicos, y destacar su colaboración con la fundación en la preparación del material de las mochilas de los estudiantes becados.


El siguiente en pasar por casa ha sido una persona que es el corazón y el alma del proyecto, el Tío Julio. Ha sido un momento agridulce. Por un lado la alegría y el gozo de haber conocido a una persona como él, pero por otro, la tristeza de la despedida que estaba por llegar. El Tío Julio es un habitante de Consuelo, psicólogo y profesor de universidad y en la escuela Antonio Paredes Mena. Ha dedicado su vida a su pueblo, a sus habitantes en definitiva, a todo aquel que lo necesita. Es sobrecogedor ir andando con él por cualquier lugar del pueblo y que todo el mundo le vaya parando y saludando con expresiones como “Bendiciones, tío Julio”, “Saludos tío Julito”... Y escuchar cómo responde a cada uno de sus añorados sobrinos por su nombre. Este año, el tío Julio ha encontrado 7 nuevos sobrinos (Isabel ya es sobrina desde el año pasado)


La tarde prosigue, las maletas se van llenando y los silencios son más prolongados. La biblioteca, lugar donde habitan las maletas durante este mes, va volviendo a la normalidad, aunque un tanto desordenada aún.

Aún queda tiempo y ya está casi todo preparado. Queda algo de ropa de la que trajimos para repartir, mas la ropa que traíamos en la mochila y que contábamos con que no iba a volver. Así que tomamos la determinación de preparar unos lotes, y salir a repartirla a las familias de algunos alumnos que están más necesitadas y, además, podemos volver a contemplar las alegres sonrisas y las dulces miradas de algunos de nuestros estudiantes. Era tarea del tío Julio repartir esa ropa, así que, nos acompaña en la furgoneta para encontrar con más facilidad los hogares de los chicos.


Ahora sí, llega el momento. Somos conscientes de que mañana pondremos rumbo a España y de que esta será la última a vez que podremos abrazar los cuerpos que contienen a esos tiernos corazones y almas puras de nuestros chicos. No sabemos a quien les hace más ilusión esta visita imprevista, si a ellos o a nosotros. Lo que sí está claro es que nosotros veníamos a darles clases a ellos, pero han sido ellos los que nos han enseñado toda una lección de vida a nosotros.


Han conseguido transformar nuestro mundo de prisas, de acaparar, de ser “más”, de nuestros egos, de comodidad, de inconformismo… en un mundo de paz, sosiego y armonía, en donde lo único importante era intentar ser partícipe de esa felicidad que desprenden pese a su situación y la de su país. Un mundo, en el que lo poco que tienen, te lo ofrecen desinteresadamente. Un mundo, en el que solo importa el momento y, en su caso, aprovechar la oportunidad que les ofrece la educación.

Ha sido un mes el que estamos compartiendo con ellos, un mes que puede parecer poco, pero que ha estado lleno de momentos de calidad. Un mes, en el que nos hemos transformado. Un mes, que nos va a permitir dar testimonio de esta realidad.

Como ya auguraba el cielo de la mañana, un día plomizo, de lluvias y alguna que otra lágrima.