Como nuestro
vuelo no sale hasta la tarde, aún tenemos tiempo de visitar algunos lugares en
Manila y de realizar nuestras últimas compras. En esta ocasión, nuestra genial
acompañante iba a ser sister Emely. En el “furgotaxi” nos dirigimos al centro
de Manila, donde visitamos Quiapo, una de las iglesias más famosas de la
ciudad, donde se venera la imagen del Cristo Moreno. Allí también encontramos
la imagen de San Pedro Calungsod, canonizado el mismo día que Santa Carmen
Sallés. Quienes asististeis a la canonización en Roma, probablemente aún
recordéis las filas para entrar a la Plaza de San Pedro atiborradas de
filipinos.
Los alrededores
de la iglesia están rodeados de puestos de venta, así que nos dirigimos de
artesanía, para completar nuestras compras y, de allí, a comer. Sí, lo habéis
adivinado: en nuestra última comida no ha podido faltar el Halo-Halo. Es una
lástima que este postre no se pueda encontrar fácilmente en España. La buena
noticia es que Enci y Ruth ya están haciendo planes para abrir un local de
venta de Halo-Halo y pandesal en Ponferrada.
Tras la comida,
nos dirigimos a Intramuros, la zona colonial de la ciudad, donde se pueden
encontrar muchos vestigios de cultura española, sobre todo en sus edificios. En
Intramuros está la catedral de Manila, reconstruida hasta en ocho ocasiones a
causa de incendios, terremotos y bombardeos. En ella vimos la preciosa imagen
de Mama María de Filipinas. Unos minutos a pie, nos llevan a la iglesia de los
Agustinos, la más antigua de la zona que aún conserva su construcción original.
Por falta de tiempo, no pudimos visitar el museo, pero, para compensar, vimos
el inicio de una boda rimbombante y allí recibimos a la novia “a la española”,
con aplausos y vivas. Aún nos dio tiempo a pasar con la furgoneta frente a
Mary’s House, en Malate, la primera casa de las concepcionistas en Filipinas,
de la que todas guardan un entrañable recuerdo, a pesar de que tuvo que ser
vendida hace unos años.
Y, ahora sí, al
aeropuerto, donde nos despedimos de Emely. En facturación tuvimos que hacer
nuestro último tetris con el equipaje, para que ninguna se pasara de peso, y a
esperar que saliera nuestro vuelo a Abu Dahbi.
Las horas de
espera nos permiten compartir los sentimientos de estos momentos y todas
coincidimos en la curiosa sensación que el tiempo se nos ha pasado
increíblemente rápido y, a la vez, tener la impresión de que hemos estado en
Filipinas durante meses, debido a la intensidad con que hemos vivido todo.
Este proyecto de
Filipinas ha sido una gran bendición. Damos las gracias a las hermanas que
accedieron a que se llevara a cabo y a la Fundación por la iniciativa de
organizarlo. También os damos las gracias a todos quienes habéis ido siguiendo el día a día de esta misión a través del blog. Esperamos que haya servido para que la pudierais sentir como vuestra. Aunque somos conscientes de que el proyecto aún continúa, porque
ahora toca la etapa de sensibilización, compartiendo lo vivido y aprendido, podemos
decir que nos sentimos felices y satisfechas por cómo se ha desarrollado y muy
afortunadas por haber sido las primeras de Filipinas. Las primeras… de muchos
más que han de venir. ¡Seguimos SIEMPRE ADELANTE!
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